Las personas que cultivan la tierra pueden elegir qué hortalizas, frutas o verduras cultivar.
Se cultivan los alimentos típicos de cada pueblo y que crecen en la estación del año que les corresponde.
No se utilizan sustancias químicas que dañen la tierra o a quien las come.
El lugar donde se cultiva y el sitio donde se venden y se comen están cerca. Así se contamina menos con el transporte.
Las personas que compran y comen estos alimentos pagan un precio adecuado para que las personas que las cultivan y las que las venden puedan vivir con lo que producen.